27 de enero de 2010

De suicidios en grupo (¿o no?)

EN PICADO, Nick Hornby (Ediciones Anagrama y Compactos Anagrama)


Cuatro personas de distinta condición coinciden por casualidad en la azotea del más famoso edificio de Londrés para los suicidas. Cada uno tiene sus motivos para saltar al vacío, sin embargo, deciden bajar juntos del edificio y seguir viviendo un poco más, al menos hasta San Valentín.



Este es el simple argumento del último libro que ha abandonado mis manos. Un original texto compuesto por cuatro narradores distintos que cuentan, en primera persona y a su peculiar manera, cómo han llegado a esta situación y sobre todo, cómo se vive con la perspectiva de un suicidio en mente.

Estos cuatro personajes son:

- Martin: Un ex presentador de televisión de éxito que ha tirado su vida por la borda, apareciendo ahora en todos los tabloides amarillos de Inglaterra.

- Jess: Una joven de 18 años y muy mala hostia.

- JJ: Un yankee en Londres, que añora a su novia y a su vida en la carretera.

- Maureen: Una cristiana cincuentona con un hijo que está en estado vegetativo permanente.


Cada uno tiene sus motivos y, sin embargo, se aferrarán los unos a los otros para aguantar entre los vivos.

Un libro cargado de humor negro, con digresiones sobre la vida, la muerte, las depresiones y la ayuda mutua.

"El problema de mi generación es que todos pensamos que somos putos genios. Hacer algo no es suficiente para nosotros, y nadie está vendiendo algo, o enseñando algo, o simplemente haciendo algo: nosotros tenemos que ser algo" (JJ).

"Estaba empezando a comprender una importante verdad sobre el suicidio: si resulta fallido duele tanto como si tienes éxito, y es muy probable que el fracaso te cause aún más ira, porque no hay pena con la que aguarlo" (Martin).

23 de enero de 2010

Había una vez...

"Y el motivo de que nos faltara tiempo es que había empezado a leerle en voz alta. El día siguiente a nuestra conversación, Hanna me preguntó qué cosas aprendía en el colegio. Le hablé de los poemas de Homero, de los discursos de Cicerón y de la historia de Hemingway en la que un viejo lucha contra un pez y contra el mar. Ella quería saber cómo sonaban el latín y el griego, y le leí fragmentos de la Odisea y de las Catilinarias.

- ¿Y no aprendes también alemán?
- ¿Qué quieres decir?
- ¿Sólo aprendes lenguas extranjeras, o también os enseñan algo en la lengua del país?
- Sí, nos hacen leer cosas.


Mientras estaba enfermo, mis compañeros habían leído
Emilia Galotti e Intriga de amor, de Schiller, y teníamos que entregar un trabajo sobre esos libros. Así que tenía que leérmelos, pero siempre iba dejándolo para más adelante. Cuando por fin tenía tiempo para leer, ya se había hecho tarde y estaba cansado, de modo que al día siguiente no me acordaba de lo que había leído y tenía que volver a empezar.

-¡Léemelo!
- Léelo tú misma, te lo traeré.
- Tienes una voz muy bonita chiquillo. Me apetece más escucharte que leer yo sola.
-Uf..., no sé.


Pero al día siguiente, cuando fui a besarla, retiró la cara.
- Primero tienes que leerme algo."

Bernhard Schlink (El lector)

Un día Michael se empieza a encontrar mal volviendo del colegio a casa y una mujer acude en su ayuda. Tras unas semanas de enfermedad, Michael se siente en el deber de ir a darle las gracias a la desconocida. Este será el comienzo de una relación secreta entre ambos que marcará profundamente a Michael. Lo más sorprendente serán las circunstancias de su reencuentro años más tarde en el que se destapará el misterioso y oscuro pasado de Hanna y que sumirá a Michael en un estado de desasosiego y sentimientos contrapuestos.

En esta breve novela, el autor nos narra con eficiencia y sobriedad la poco común relación que viven los protagonistas y cómo esto moldea la personalidad del joven muchacho. Una historia también sobre las heridas abiertas de la historia y de cómo generaciones que no han vivido directamente los conflictos, también se ven salpicados por ese ambiente hostil que tanto tarda en apaciguarse. Y hasta aquí puedo leer...

22 de enero de 2010

De obsesiones, detectives, escritores y vagabundos.

"LA TRILOGÍA DE NUEVA YORK" de Paul Auster. (Colección Anagrama)

Paul Auster es un escritor difícil, para muchos inaccesible sobre todo debido a los finales de sus obras que simplemente son una metáfora de la vida, en la que no hay solución para ninguno de los problemas. La vida siempre tiene un final abierto (hasta que se cierra con la muerte).
La trilogía de Nueva York es un libro sin igual. El escritor norteamericano se asoma al mundo de los detectives e investigadores privados, que tantos argumentos de novelas (peores y mejores) ha generado y que tan gratas horas nos han brindado, al abrigo de una manta en nuestra cama o sillón preferidos.



Pero como Auster es Auster, no puede abordar este tema sin tejer uno de sus inconfundibles laberintos, que te atrapa y te envía al abismo.
Porque ese es el tema de esta trilogía, conformada por tres novelas cortas llamadas "La ciudad de cristal", "Fantasmas" y "La habitación cerrada": la caída hacia el abismo. Cómo la obsesión por su tarea obliga a los tres personajes principales de su obra a caer en picado y convertir su vida otrora simple, segura y acomodada, en una pesadilla obsesiva que terminará en la erosión más absoluta.

En "La ciudad de cristal", una misteriosa llamada cambiará la vida de Daniel Quinn, un escritor de novelas policiacas, al ser confundido con un detective y serle encargado el caso de vigilar a un hombre que pretende atentar contra su hijo.

En "Fantasmas", el protagonista es Azul, un detective a quien le es encargado el caso de controlar a un hombre, el Sr Negro. Esta tarea, a priori sencilla, dejará de serlo cuando Azul comience a dudar sobre quién vigila a quién.

"La habitación cerrada" (para mi la más brillante de las tres), el protagonista recibe el encargo de publicar la brillante obra de un desaparecido viejo amigo. Este hecho, que aparentemente le reportará felicidad, será el pistoletazo de salida para un obsesivo juego del gato, el ratón y la autodestrucción.

Uno de mis libros preferidos. No pude dejar de devorarlo. Y cuando no lo leía, no podía dejar de pensar en él.
Sin duda uno de los mayores exponentes de literatura contemporánea.
Exquisito en cada linea, una de esas obras dignas de ser releídas una y mil veces.