7 de septiembre de 2009

Lecturas de verano 2

Continúo con los libros que he leído estas vacaciones.


Will You Please Be Quiet, Please?

Si en mi anterior entrada hablé sobre la última obra de este gran autor, ahora me acerco a sus inicios. Desde luego, existen diferencias. En primer lugar, creo notar un estilo algo menos asentado que en su última obra. Además, la temática es algo más variada. Como rasgo que permanece, el asombroso conocimiento de las relaciones humanas, el hiriente realismo con el que las retrata y el hecho de no tratar de juzgar a nadie, dar ejemplo. En Raymond Carver uno puede comprender los aspectos más intensos, más íntimos del ser humano. No es necesario crear un héroe a lo Madame Bovary para hablar de la traición; la realidad no siempre tiene un guión tan novelesco. Raymond Carver se asienta en mí como un autor imprescindible, uno de los que ha conseguido llegar más profundo en el alma humana. Dichas estas palabras, recomiendo ciegamente el libro (como todos los del autor), incluso si los relatos más inusuales conllevaran un cierto esfuerzo. Y, puestos a pedir esfuerzos, he aquí uno de esos casos donde la lectura en el idioma original compensará sobradamente las penurias que los inexpertos osados podamos sufrir.


La Sonata a Kreutzer

Este es un título bien atípico, que sorprenderá por su forma y temática a todo lector no prevenido. Casi un ensayo, en esta novela Tolstói da rienda suelta a sus inquietudes como pensador, ya patentes en sus otras novelas en mayor o menor medida. La historia (en las primeras páginas se anuncia sin misterio) trata del caso de Posdnichev, quien explica cómo asesinó a su mujer. Esta novela es casi autobiográfica (por descontado, Tolstói no llegó a tal extremo), y nos revela la sorprendente visión de Tolstói sobre las relaciones maritales en su sociedad, elaborando una brutal crítica que conmocionó a sus coetáneos. Aunque el mensaje no es sólido desde un punto de vista formal (o eso dice el prologuista, admito que no he estudiado el libro tan a fondo) y su posición sea inesperadamente extrema, no hay por ello que ridiculizar el libro, cuyas reflexiones acaso sean más profundas de lo que en un primer momento parecen: siempre puede aprenderse de quienes están más lejos de nosotros.



Justo cuando parecía que mi lista de lecturas no podía ser más esnob, ¡bam! Je, je... bueno, no he puesto el título particular del libro (el último) para aprovechar y hablar de toda la saga.

Harry Potter es posible que nunca figure entre los máximos exponentes de la literatura universal. Sin embargo, están suficientemente bien escritos, sin demasiadas pretensiones chirriantes y, sobre todo, guiados por un argumento terriblemente entretenido para todo aquél que esté dispuesto a dejarse llevar. Su máximo defecto es a su vez su mayor virtud, y es precisamente la temática de la serie, que muchos mirarán con desdén, pero que la autora trata con una profundidad y sencillez acaso sin precedentes. El mundo mágico que recrea está lleno de detalles cotidianos y conocidos. Haber sabido reunir elementos folclóricos y conjugarlos con nuestras vidas modernas en la ciudad crea un efecto cautivador, donde uno tiene la sensación de que podría recibir una lechuza-correo de Hogwarts en cualquier momento.

Cuando se leen todos los libros en sucesión da la ligera impresión de que en un principio no pensó llegar tan lejos (hay decisiones sobre el argumento que no me acaban de encajar de otra forma). Las historias, quizás hasta el tercer volumen, son más autocontenidas, con menos dependencia de las secuelas. Al final, es memorable que la autora consiga cuadrar los 7 volúmenes hasta un detalle sorprendente, incluyendo giros de guión de una complejidad que puede llegar a abrumar a más de uno.

El resultado es un conjunto absorvente, muy entrentenido, que se deja devorar en un tiempo inpensablemente corto. Para quienes estén libres de prejuicios, puede ser una lectura muy recomendable; basta con pensar si el tema de los jóvenes hechiceros resulta atractivo o infantil, es una prueba infalible. Para los que lo critican, no ha dejado de ser una muy efectiva plataforma de iniciación en la lectura para innumerables niños y adolescentes. Tan solo por eso ya merece los más altos elogios.


Historias de San Petsburgo

Tras el impasse de magia y hechicería, un retorno a los clásicos. Sin embargo, como casi siempre, la lectura no estuvo exenta de sorpresas. Acostumbrado a otros grandes de la literatura rusa, como Chéjov, Dostoyevski o el propio Andreiev (ver entrada anterior), el estilo de Gógol resulta de inmediato chocante. Es más próximo, menos rígido, quizás menos atado a su estilo. Con mayor sentido del humor, Gógol se permite abordar sorprendentes temas, que van rápidamente de la locura a lo fantástico, pasando por la descripción costumbrista de la ciudad. Sin olvidar que estamos hablando de un escritor ruso de la primera mitad del siglo XIX; un agradable soplo de viento fresco.

No hay comentarios: